jueves, 23 de febrero de 2012

...que quien quiere puede, puede


a que esperas,tu tienes que ser únicamente quien tu quieras porque de ti depende con quien,cómo,cuando y dónde y crecer y mantener y no perder unos valores y atacados por miles de odios y miles de amores.

Swan Fyahbwoy y Yosu

lunes, 13 de febrero de 2012

Incombustible Kurst

La mano izquierda de Kurst sostiene un libro, el Arte de la Guerra. La mano derecha, un bolígrafo.
Incombustible Kurst está sentado en la posición del loto. No es estilo zen ni yoga, es utilidad. Sobre su muslo derecho descansa un sudoku recortado con las manos de las páginas de un periódico. Está casi terminado.
En la televisión el canal National Geographic emite un documental sobre tarántulas. No son los favoritos de Kurst, aunque siempre ha valorado la capacidad estática de las arañas. El temple al esperar a su presa.

Enfrente, encima de la mesa de cristal, tiene el portátil abierto, encendido, con un ángulo de 105º grados. En el mantel azul oscuro hay bordadas unas bandas blancas con forma de rectángulo, haciendo las veces de limite para colocar el ordenador. Visión perfecta. Kurst aprendió a bordar para conseguirla.

Una vez termina el libro lo cierra, y con un rotulador hace una pequeña marca en la última página, acompañando a las otras cincuenta y seis pequeñas marcas que hacen las veces de contador. El resultado era de cincuenta y seis lecturas. Ahora es de cincuenta y siete.

Kurst cierra el libro y lo deja encima de la mesa, junto al ordenador, y dirige una ojeada rápida y desinteresada al remiendo de periódico que sostiene en su muslo derecho. Casi sin mirar completa las últimas casillas del pasatiempo y sale al balcón, cogiendo previamente su paquete de tabaco Pueblo y un mechero. También orienta la pantalla de la televisión de modo que pueda ser vista desde fuera. Forma 40º grados con la pared. Visión perfecta.
Nada más superar el umbral de la cristalera, quema el sudoku con la mano izquierda, lía un cigarro con la mano derecha, y lo enciende con el papel en llamas.
Sin más teatro se sienta en el suelo del balcón, con las rodillas entre los brazos y se balancea, en el típico gesto de los niños aterrorizados.

Sin embargo, no se trata de terror, se trata de optimización, como casi todo lo que rodea la vida de Incombustible Kurst, cada segundo vale tanto que es necesario sacarle el máximo partido. Para Kurst lo óptimo es leer. Empezó relativamente tarde, a los catorce años o así, pero cuando leyó su primer libro, "Alice in wonderland" no quiso parar más. Se encerró en su habitación durante días, durmiendo poco, y devorando páginas. Los días se convirtieron en meses y los meses en años. Leyó hasta la última letra de la última historia escrita que había en casa, y cuando esto ocurrió, abrió su hucha y fue a la librería más cercana, que para su sorpresa había cerrado y en su lugar había una pastelería. Sin más fue a otra.

Había pasado muchos cumpleaños y navidades encerrado, pero sus abuelos religiosamente le mandaban un sobrecito con el poco dinero que podían permitirse en cada ocasión, sin recibir ni una sola vez un simple agradecimiento, y no es que Kurst no estuviera agradecido, es que lo óptimo era leer, y no podía hacer otra cosa. 
Kurst había leído muchos libros sobre matemáticas por aquel entonces; aritmética, álgebra, cálculo; por lo que los números no tenían secretos para él. Más allá de eso, era un auténtico as. 
Fue por esto que cuando gastó toda su pequeña fortuna en la librería, se llevó el mayor número posible de páginas disponibles para ese dinero. Obviamente se trataba de las ediciones más ruinosas de los libros menos vendidos, pero eso no importaba a Kurst. Después de pagar, Kurst le pidió a la dependienta que le prestara un papel y un lápiz, y sobre el mostrador escribió una nota. 
- ¿Una nota de amor, eh bribón?. Estos jóvenes... - Preguntó socarrona la dependienta.
Kurst no contestó y salió del establecimiento.

A la salida de la librería, fue directo a casa de sus abuelos. Y aunque cuando le abrieron fue incapaz de decir nada, pudo darles el trozo de papel mojado - por sus lágrimas - en el que con mala caligrafía estaba escrita la palabra "Gracias". Tras esto se fundieron en un emotivo abrazo.

Sin embargo, las llamas lectoras de Kurst no se apagaron, y la gigantesca compra de libros no le duró más de tres semanas. Al no poder saciar su apetito, Kurst comenzó a pedir prestados libros a todo aquel que se cruzaba en su camino, aunque esto no hizo más que aumentar su frustración, al darse cuenta de que ya había leído todos y cada uno de los libros que le prestaba la gente.


Sin dinero, y sin posibilidad de encontrar nada nuevo que leer,  fue cuando su adicción se hizo más patente.

Una mañana, Kurst salió a las 09.55 de casa, y se dirigió al gran almacén más cercano y buscó y rebuscó en la sección de librería hasta que encontró un libro que no había leído. Sin más empezó a leerlo, página a página, capítulo a capítulo, hasta que pasada algo más de una hora, un hombre trajeado le espetó que eso que hacía no estaba bien, que dejara el libro y se fuera, o lo comprara.
Kurst lo ignoró.
Chaval, ¿me estás escuchando?, ¡que pares de leer y me mires! El hombre trajeado le quitó el libro de las manos y Kurst intentó recuperarlo. El hombre le propinó un porrazo en el vientre. ¡Fuera de aquí!¡Vamos!¡Fuera! - Le gritó.
Kurst fue a casa y se sentó con las rodillas entre los brazos, balanceándose para aliviar el dolor. 

Y a partir de entonces comenzó su perdición.

Otra mañana, Kurst salió de casa temprano con un plano en su mano. Un plano con todos los establecimientos que vendían libros de la ciudad. De algún modo había conseguido trazar con diferentes colores las tiendas que tenían los pocos libros que tenía localizados en la ciudad sin leer. Así que durante varios días estuvo visitando las librerías de la ciudad para leer unas pocas líneas de los mismos libros en cada una de ellas. Pronto su extraño comportamiento alarmó a alguno de los dueños.
Cada mañana el mismo tipo entraba en su librería y leía durante un par de minutos, y sin más, se iba. Una llamada a su cuñado, que era Policía le bastó.
Una mañana un agente de policía estaba esperando a Kurst en una de las tiendas que frecuentaba, y al no contestar Kurst a sus preguntas, se lo llevó esposado a comisaría.

Kurst salió a las pocas horas de la comisaría, pues en realidad no había hecho ningún daño a nadie.
Sin embargo, ya no le quedaban más ideas para leer.
Pronto tuvo que empezar a releer y leer dejó de ser lo óptimo. 
Y entonces aprendió a hacer cosas.
Déjame hacer cosas Mamá - Decía una y otra vez.
Aprendió a coser y bordar, a cocinar, a tocar el flerix, un instrumento que él mismo inventó basándose en los conocimientos adquiridos en un libro de acústica física. Aprendió a distinguir todos los insectos de su distrito, conociendo la fisiología, fisionomía y taxonomía de cada uno de ellos.
Aprendió muchísimas cosas, y entre ellas, aprendió a disparar.
Con revolver, pistola, rifle, arco e incluso tirachinas. Independientemente del arma aunaba precisión y velocidad.

Incombustible Kurst no duerme. Lo más cercano a un descanso es el balanceo que recuerda a los terrores de un niño. Incombustible Kurst decidió dejar de dormir cuando empezó a leer. Descubrió que para él, dormir era una perdida de tiempo, algo a abolir. Ahora, Incombustible Kurst siente que lo óptimo es irse, con su faltriquera y sus cuatro revólveres favoritos: Tres Colts de 8'' ; Anaconda plateado, Phyton negro y King Cobra negro; y un cuarto de fabricación propia con piezas de modelos Korth y Smith & Wesson.
Incombustible Kurst sale en busca de lo óptimo.