lunes, 19 de septiembre de 2011

Nhospital



Mamá por favor no me lleves al hospital, no quiero volver. No me hagas recordar. Ningún hospital, ningún hospital.
Te prometo que te lo pedí antes de volverme loco, no me escuchaste, y agora estoy loco, pero por favor escúchame. Ningún hospital.

Es allí, ¿vale?. Al pensarlo duermo con pesadillas, pesadillas en las que muero, pesadillas en las que las cosas me comen. Me comen mientras estoy atado a mi camilla.

Lo peor es cuando llueven muertos. Salen de la nada, en pie, clavando sus miradas en mi, inexpresivos, aparecen de la nada y me miran, y yo les pregunto que qué quieren. Y no me contestan. Y siempre es en el hospital. Después vienen las cosas y me comen, y ellos siguen inexpresivos. Y me miran y les pregunto que qué quieren, que qué han venido a hacer, pero claro no contestan, y a mi mientras tanto las cosas me comen.

Después me despierto agobiado, gritando, sudando y atrapado. Sigo atado en mi camilla del hospital y recuerdo el sueño mamá, la pesadilla en la que las cosas me comen y llueven muertos. Llueven muertos porque aparecen sin más, como la lluvia, que nadie sabe cómo funciona ni a qué se debe. Un misterio de la vida.
Pero yo me alegro porque ni me están comiendo ni me están mirando los muertos. Y respiro aliviado, sintiéndome tonto por pasarlo tan mal sólo por un mal sueño, por pensar que las cosas me habían comido, y me rio nervioso porque justo cuando me despierto y tomo consciencia de donde estoy, y de que estoy atado y de que todo ha sido una pesadilla, es cuando aparecen los muertos y me miran. Y muchos muertos de los que llueven los conozco, pero aún conociéndolos, no me respetan mamá y me miran inexpresivos sin contestar a mi pregunta: ¿qué queréis?. Y se quedan quietos, mirándome sin contestarme. Y después…

Después aparecen las cosas y me comen. Trocito a trocito, bajo la mirada atenta y distante de los muertos que han llovido alrededor de mi camilla. La camilla del hospital a la que tú me condenaste Mamá, y en la que estoy atado. Yo te dije que no estaba loco, que no me llevases al hospital, que algo malo pasaba allí, que sus paredes me evocaban pesadillas. Agora estoy loco, las cosas me comen y eso es casi lo menos malo, lo peor es cuando llueven los muertos. Muertos que me miran fijamente sin expresión alguna en sus caras. Encima yo sé que después de los muertos vienen las cosas que me comen. Y yo les pregunto que qué quieren de mi, llorando porque me has llevado al hospital. Mientras las cosas me comen. Y sólo obtengo su silencio.